El hogar define la existencia del hombre, es el lugar de trabajo y descanso, el lugar con el que compartimos con familia y amigos momentos especiales, es el lugar dónde trascurre nuestra vida y la de los más queridos. Un hogar refleja también el gusto y estilo de cada persona.
Las casas de madera son
calientes y
acogedoras, aportan sensación de tranquilidad y comparten su calor con el hombre. Viven junto a él, porque
la madera es una materia activa y natural que al igual que el hombre se adapta a lo largo de los años a las condiciones de allí dónde viven.
Ésta adaptación se puede escuchar en los primeros años de vida de la casa cuando crujen sus paredes y vigas, recordándole el vínculo que une al hombre con la naturaleza. Si observamos un tronco, podríamos considerarlo cómo una pieza de arte creado por la naturaleza, sus círculos concéntricos representando sus ciclos de crecimiento, su betas irregulares sus grietas, hay que percibir esta obra en su conjunto, de igual forma percibimos las casas de madera cómo auténticas obras de arte, al igual que un escultor moldea la piedra, los artesanos carpinteros construyen siguiendo las directrices del arquitecto.
Vivir en una casa de madera es una
forma alternativa de vivir, sana y equilibrada ambientalmente. La madera tiene un olor peculiar que influye positivamente a la salud, que junto con sus cualidades crea un microclima que permite descansar profundamente. Ningún material artificial puede aportar esas propiedades y la fabricación de estos y más en las cantidades necesarias para construir una casa tiene una repercusión muy negativa en el medio ambiente.
A parte del encanto que tienen las casas de madera vivir en una de ellas es también una manera de demostrar la originalidad y conciencia ecológica. La elección de
vivir en una casa de madera es crear una moda valiosa, con esta moda nos hacemos más abiertos al mundo, más novedosos pero a la vez cuidamos la tradición creando una casa, una parte de nosotros mismos que enriquece el mundo.
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